Vistas de página en total

sábado, 20 de diciembre de 2014

¡Feliz Navidad!

Terminaron las clases y ahora ya ha llegado el momento de tener a nuestros niños y niñas en casa, ¡Por fin!

Aunque supongo que a estas alturas ya muchos de vosotros habréis visto este vídeo, quiero dejarlo aquí por si todavía alguno todavía no. Se trata de un experimento que ha hecho Ikea con 10 familias. Es un anuncio, y como anuncio tiene mensaje subliminal, claro: "ven a Ikea y compra cositas para estar confortable en casa y jugar con tus hijos". Pero yo prefiero quedarme con el otro mensaje, el de la carta que los niños prefieren enviar en Navidad.

No olvidemos, ni en estas fechas ni nunca, que somos el mejor recurso, el mejor juguete, el mejor entretenimiento, que nuestros hijos e hijas pueden tener. 

¡Feliz Navidad!


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Psicología inversa

Ahora que estamos muy cerquita de las vacaciones de Navidad, quiero dejar un vídeo desenfadado pero que nos puede ayudar a gestionar algunas veces la comunicación con nuestros hijos e hijas pequeñas. Se trata de la "famosa" Psicología Inversa, que seguramente hayamos oído multitud de veces. ¿Y en qué consiste? Pues principalmente en cambiarles el paso. Hay muchas veces que nuestros niños nos dicen cosas para probar nuestra reacción, que nosotros respondamos con algo imprevisto normalmente les descoloca y produce justamente el efecto inverso a lo que aparentemente estamos diciéndoles, ¿lo vemos?



viernes, 5 de diciembre de 2014

Comunicación clara y positiva para "portarse bien"

Muchas veces los padres y madres hablamos como si nuestros hijos fuesen una extensión nuestra y tuviesen que entender exactamente a qué nos referimos con nuestras palabras. Por ejemplo, les preguntamos cosas como: ¿te has portado bien?, ¿has sido bueno?, sin pensar que este tipo de preguntas son demasiado abstractas. Ellos aprenden rápido que la respuesta a esa pregunta es un rotundo "SI", pero no necesariamente eso significa que sepan lo que están respondiendo ya que tampoco saben qué es lo que se espera exactamente de ellos.
La comunicación con los niños ha de ser positiva si lo que queremos conseguir es algo positivo, ha de ser concreta si lo que queremos es que hagan algo concreto, y ha de ser orientada a retos y logros si lo que queremos es que aprendan a superarse y a mejorar con una autoestima saludable.

Muchos niños y niñas actúan mal porque es lo que se espera de ellos, "se portan mal" porque nosotros no paramos de decírselo con nuestras palabras, actos y  comportamiento hacia ellos. Y esto, aunque nos parezca increíble, repercute sobre todo en ellos generando mucha inseguridad y falta de autoestima. Un niño necesita límites pero también necesita confianza.

Decirle a nuestro hijo: "yo confío en ti" tiene unos efectos sorprendentes, siempre y cuando sea cierto y le estemos dejando espacio para equivocarse, para probar, y también para demostrar que es capaz. Pensemos que los padres y madres somos los guías para que ellos vayan descubriendo el camino, pero no tenemos que darles el camino hecho. En todo caso, tendremos que tener la habilidad para marcar con señales qué, cómo y por dónde han de ir, pero no llevarle de la mano todo el recorrido.

A veces olvidamos que el refuerzo y el reconocimiento por los logros y los esfuerzos son los mejores impulsores del aprendizaje. Un ser humano aprende sobre todo por refuerzo, es decir, por las consecuencias gratas y agradables a su comportamiento. A todos nosotros nos encanta que reconozcan nuestro trabajo, que nos paguen a fin de mes, que nos den una palmada en la espalda para decirnos "muy bien, me gusta, buen trabajo", y sabemos perfectamente que tenemos que hacer para evitar el castigo, nadie viene a decirnos: "como hoy has estado menos concentrado en el trabajo, te voy a quitar el café", por poner un ejemplo. Nosotros sabemos cuándo no estamos rindiendo todo lo que podríamos haber rendido, sabemos que si hoy tengo un mal día, mañana será mejor, sabemos que si traspasamos los límites, me juego las consecuencias... Esto es lo que hemos conseguido a través de la maduración y la responsabilidad.

Con nuestros hijos e hijas hemos de hacer exactamente lo mismo, conseguir que poco a poco vayan siendo cada vez más responsables  y autónomos en la aplicación de consecuencias, que no tengamos que ser jueces que aplican sentencias a su comportamiento. Dejemos claros los límites y las consecuencias de traspasarlos, y a partir de ahí, reforcemos cualquier aproximación a la conducta adecuada con mensajes claros, positivos, concretos. Recordemos que estamos modelando no solo que se porten bien, sino que crezcan con una autoestima sana, con una capacidad para decidir y discriminar en función de las consecuencias, y que estos repertorios mañana serán la herramienta que marque la diferencia frente a un mundo en el que nosotros no siempre estaremos ahí.

Y por último recuerda que:

  • El mejor reforzador eres tú mismo, con tu apoyo, tu cariño y tu atención. Piensa que el refuerzo emocional (qué contenta estoy, me gusta cómo eres, confío en ti...) es muy fácil aplicarlo porque siempre lo tienes disponible. 
  • Realizar actividades placenteras, que les guste mucho a nuestros niños, son un reforzador muy eficaz y consigue una orientación a logros y retos muy potente. 
  • La motivación ha de ser primero externa para conseguir que poco a poco vaya interiorizándose y convirtiéndose en motor interno e impulsor del comportamiento. 
Y lo más importante: tengamos cuidado con las etiquetas, si esperamos un comportamiento de nuestros hijos, no nos sorprendamos de que lo lleven a cabo. Esperemos, por tanto, lo que queremos que hagan y dejemos el espacio para hacerlo. 

viernes, 28 de noviembre de 2014

Ya vienen los Reyes...

Nos acercamos a las Navidades y para los niños y niñas esto está relacionado con el "gran día", Los Reyes Magos o Papá Nöél. Comienza el momento en que padres y madres nos preguntamos ¿qué juguete regalar a nuestros hijos?

Nos cuesta trabajo decidirnos por un tipo de juguete: de construcción, simbólico (muñecas, coches...),

para el desarrollo físico (triciclos, bicicletas, pelotas...), de dramatización (títeres, marionetas, disfraces...). Pero antes de decidirnos por un juguete para nuestro hijo tenemos que tener presente que el juguete no es más que un instrumento para llevar a cabo la realización de un juego determinado. Estos son auxiliares en los que se apoya el niño para ampliar su actividad lúdica, pero no son indispensables para jugar. Cualquier objeto puede convertirse en un juguete si fomentamos la imaginación y fantasía de nuestros hijos, que por otra parte suele ser ilimitada.

En cualquier caso, los niños se encuentran atraídos por los juguetes y se divierten con ellos y es aquí donde radica la eficacia del juguete para estimular su aprendizaje y desarrollo. Por eso debemos elegir juguetes que verdaderamente sirvan de apoyo en los juegos de los niños y niñas, teniendo en cuenta su momento evolutivo. Muchas veces escogemos juguetes demasiado complicados, o poco interesantes para ellos porque en realidad es el que nos ha gustado más a nosotros.

Así que tengamos en cuenta que un juguete ha de ser empleado para estimular diferentes tipos de desarrollo:

  • Desarrollo sensorial: Lleva al niño al conocimiento de su entorno a través de los sentidos: tacto, vista, oído, olfato y gusto, y por tanto podremos elegir juegos de estimulación sensorial como juguetes con colores vivos, musicales o diferentes texturas. 
  • Desarrollo motor: donde pueden desarrollar y estimular su motricidad tanto del desarrollo de movimientos de todos los músculos del cuerpo y su coordinación (como el gateo, correr, saltar, caminar...), como de movimientos más finos y de precisión manual, donde podemos elegir juegos de encajar, construir, dibujar... 
  • Desarrollo del conocimiento: en este tipo de juegos perseguimos el objetivo de estimular la atención, la memoria y la solución de problemas (juegos de mesa y construcción). También están en este ámbito, los juegos de creatividad e inventiva y del desarrollo del sentido musical, juegos sonoros, dibujos, ... 
  • Desarrollo social con juegos colectivos con aceptación de normas y estrategias sociales. 

Hasta los tres años, la evolución del niño y de sus juegos está marcado por factores sobre todo sensoriales. Durante los primeros meses es sólo capaz de seguir objetos con su mirada y el color adquiere un papel decisivo. Después comienza a entusiasmarse con los sonidos, a descubrir el placer de tocar y morder para pasar después a juegos de equilibrio y desarrollo sensoriomotor.

Entre los tres y seis años comienza a despertarse el interés del niño por los juguetes que estimulan la destreza, que fomentan la actividad o despiertan su espíritu creador. Por tanto, cualquier juguete que favorezca su desarrollo físico, intelectual y las relaciones con los demás será apropiado para esta etapa.

Pero independientemente de la importancia que tiene el juego en nuestros hijos, no olvidemos que los mejores juguetes somos nosotros como padres y madres. El papel de padres y madres como agente socializador es indiscutible y por tanto hemos de plantearnos que el juego ha de ser un vehículo para las relaciones padres-madres e hijos. Somos nosotros los que podemos ayudar a estimular todas estas áreas de desarrollo utilizando para ello el juego que es el mejor método para aprender.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Llora y llora... las temibles rabietas

La mayoría de las madres y padres hemos tenido que aguantar una serie de rabietas especialmente de nuestros hijos o hijas entre los dos y tres años. Esto se debe a que está intentando establecer su individualidad y pretende hacerlo todo a su manera, y por eso nos parece que de repente están rebeldes. En realidad se trata de un signo de aumento de independencia, y debería alegrarnos, aunque no sea fácil de resistir, especialmente en público.

Las mamás y papás somos modelo de conducta, es decir, que nuestros hijos van a imitar muchos de nuestros comportamientos. Así que a la hora de pedir algo hemos de mostrar cómo se hace o actuar de modo coherente, es decir, sin pegar voces ni descontrolarnos emocionalmente. Aunque ya sabemos que esto a veces cuesta, es mejor que contemos hasta diez o hasta veinte, si hace falta, antes de descontrolar. No podemos regañar a nuestros hijos por tener una rabieta cuando nosotros mismo no somos capaces de controlar nuestro mal humor o falta de paciencia.

Las rabietas de una niña o un niño siempre tienen algún motivo. Posiblemente se dio cuenta por casualidad de que su comportamiento daba resultados, pero lo que debe aprender es que se traba de una conducta inadecuada que no conduce a nada y que no le ayuda en su frustración ni le libra de una obligación. Pero lo más importante es que se de cuenta de nuestra manera de pensar con respecto a su comportamiento.

El objetivo principal de la mayoría de las rabietas es llamar la atención, y esto lo consiguen, no sólo cuando les damos lo que buscan, si no también cuando le regañamos, le miramos, les hablamos intentando razonar con ellos, etc., ya que estaremos reforzando su ira con atención por nuestra parte.Por ello, la forma más rápida para liberarse y liberarlos de este comportamiento es ignorar las rabietas. Si se le ignora mientras está en un lugar seguro, se le enseñará que las rabietas no son eficaces y aprenderá a utilizarlas con menos frecuencia.
¡Pero cuidado!, si un niño está acostumbrado a que le prestemos atención durante una rabieta, cuando empecemos a ignorar su comportamiento, lo repetirá más tiempo al principio... no cedas, es muy importante aguantar puesto que si cedemos habremos reforzado mucho más tiempo de rabieta. No te preocupes, aunque aumente al principio, después, poco a poco, desaparecerá. 

Algunos consejos que pueden servirte son:

  • Apártate. Haz otra cosa mientras dure la rabieta, continúa la conversación interrumpida. Si el niño o niña está en lugar seguro puedes incluso abandonar la habitación, observando la situación a distancia y sin que te vea. 
  • Ten cuidado de no mirar al niño o niña, ya que incluso una breve mirada puede prolongar la rabieta. 
  • Puedes esperar unos minutos a que su llanto disminuya y decirle: "Cuando hayas terminado de llorar, vuelve y nos iremos a jugar", con un tono de voz firme pero tranquilo. 
  • Cuando el niño o niña termine la rabieta hay que recibirlo como si no hubiese pasado nada, proporcionándole una ocasión de relajarse y congraciarse con los demás, sin mencionar el incidente. 
Si la pataleta se prolonga, y estamos al límite de nuestras fuerzas con ganas de ceder a sus exigencias es mejor: 
  • Explicarle que estamos cansados de oírle.
  • Llevarle a otra habitación y sentarle en una silla, ignorarle. 
  • Decirle que debe sentarse durante un tiempo (años de edad por minuto, por ejemplo) y que no podrá moverse de la silla hasta que no esté tranquilo. 
  • Tenemos que tener en cuenta que llorar es una respuesta más a la que algunos niños y niñas están muy entrenados, y que en realidad no les pasa nada grave. Es una herramienta que usan para conseguir lo que quieren. 
También es muy útil conocer cuándo es posible que se vaya a producir la rabieta, para anticiparnos y cambiar de tema u ofrecerle una alternativa. Es muy importante que el niño o niña sepa que estamos hablando en serio y no se va a cambiar de idea. 

En cualquier caso, que nuestros hijos tengan rabietas es algo normal, y que todos habremos tenido. Hemos de verlo como una reivindicación de independencia y de prueba para ver donde están los límites. No es algo personal, tan solo parte de su desarrollo y autonomía.



martes, 18 de noviembre de 2014

¿Y si vuelve a hacerse pis en la cama?

Muchas veces nuestros hijos, que ya no se hacían pis en la cama, vuelven a tener "escapes" o directamente parece como si no supieran controlar su esfínter.

Antes de nada hemos de saber que el control de esfínteres es un proceso madurativo y que varía de unos niños a otros y que es totalmente normal que muchos niños que ya habían alcanzado la madurez, sufran retrocesos debidos a cualquier cambio (entrada en la guardería, nacimiento de un hermano…).

Se trata de una regresión en su desarrollo, es decir, de perder un hito que ya había alcanzado. En este caso, el retroceso se denomina enuresis secundaria ya que se centra en los niños que ya habían presentado un dominio de la micción durante al menos medio año y, posteriormente, lo vuelven a perder. La enuresis primaria se refiere a los niños de más de 5 años de edad que aún no han conseguido el control de los esfínteres. La diferencia es importante porque las razones que explican una y otra no son las mismas.

Así, en la enuresis primaria, la falta de control se debe normalmente a un retraso madurativo del niño, pero en la secundaria es necesario investigar un poco más. Es aconsejable consultar con su pediatra para descartar cualquier signo de patología orgánica –así, una infección urinaria puede manifestarse entre otros síntomas con micciones involuntarias-. Descartados estos, solo queda pensar en un problema de carácter psicológico. A veces, el origen es evidente –el divorcio de sus padres, la llegada de un hermanito o la pérdida u hospitalización de algún familiar muy cercano-. Otras, está más escondido –mayor cansancio físico, la amenaza de algún compañero de clase, una profesora con la que no se entiende-. Pero, en definitiva, estos escapes de pis no son más que la demostración de que tu hijo está pasando por una situación de cierto estrés y es bueno estar pendiente sin por eso preocuparnos más de lo necesario.
Recordemos que no puede hablarse de enuresis hasta los cinco años. Uno de cada cuatro niños aún necesita pañales nocturnos al cumplir los cuatro.

Dando por hecho que nuestro niño/a no tiene problemas médicos que influyan en el  control de los esfínteres y que ya tiene edad para ello  ¿Qué podemos hacer cuando el niño/niña vuelva a hacerse pis por la noche?

1. Hablad con vuestro hijo/a. Explicadle que no hay por qué preocuparse (principalmente si son las primeras veces que le pasa después de haber aprendido a controlar o si ya tiene bastante edad).

2. Acordad con él/ella qué podéis hacer cuando esto pase.  Podrá colaborar en llevar la ropa sucia a la cesta y en ponerse un pijama limpio, por ejemplo. O si es un poco más mayor podéis enseñarle a hacer su cama y cuando esto pase supervisad cómo cambia las sábanas.

3. Entre los 5 y los 10 años se puede establecer un diario para poder premiarlo cuando consiga controlar. Así la noche que no se haga pipí en la cama se puede poner un sol en el calendario y el día que se haga pipí una nube. Siempre que consiga un sol se deberá premiarle con un beso y un abrazo.  Cuando sea capaz de acumular dos días o más con sol puedes llevarle de paseo a algún sitio que le guste cómo premio, y así sucesivamente hasta que sea capaz de controlar el pipí por las noches.

En cualquier caso, en la etapa infantil, no debemos preocuparnos en exceso pues como hemos dicho es un proceso madurativo y que sufre retrocesos en la mayor parte de los casos sin ni siquiera una explicación única. No debemos dar demasiada importancia al tema, es preferible observar, hablar de ello tranquilamente infundiendo tranquilidad porque probablemente igual que apareció el retroceso, volverá a controlar sin mayor trascendencia.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Cuando comer se convierte en una pesadilla

¿Por qué no come un/a niño/a?

Un/a niño/a pequeño/a no sabe convencernos con sus palabras cuando quiere captar nuestra atención. Una buena forma de captar nuestro interés puede ser no comer. Entre los 2 y los 6 años la mayor parte de los/las niños/as pasan por más de un episodio de inapetencia que se resuelven de forma espontánea sin originar ningún problema. Un/a niño/a sano/a al/la que le ofrecemos regularmente una comida adecuada, no se alimenta mal, aunque tome muy poca cantidad e incluso algún día casi no coma nada. No olvidemos que habiendo comida, no va a morirse de hambre.

¿Qué hacer ante la inapetencia?

Si no come, no sirve de mucho insistir o castigarle, es mejor emplear una actitud más neutra, quitándole importancia al hecho de no comer. De la misma forma, tampoco se le debe premiar el que coma, pues le haríamos entender que cuando come nos hace un favor.

¿Cómo ayudarle a comer mejor? 


  • Propongamos un menú escrito para toda la semana. Este menú, si el/la niño/a tiene más de dos años, será el mismo que el resto de la familia. El escribirlo evitará que se hagan cambios para adaptarse más a sus gustos, en el caso de que no quiera comérselo. 
  • Comer siempre en el mismo lugar. Los/las niños/as se sienten mejor si se respetan sus rutinas. Si una vez come en la cocina, otra en el salón y al día siguiente en casa de la abuela, se distrae mucho. 
  • Evitar distracciones. La televisión no debe ser su compañero habitual en la comida. Si durante ese momento proliferan los juegos, cuentos o disfraces, tenderá a prolongarlo para que dure más la “función”. Nosotros/as mismos/as le estaremos apartando del objetivo, que es comer. Pensemos que la comida es un acto también social, y es un buen momento para conversar y comenzar a dar un modelo adecuado.
  • Limitar el tiempo. Los/las niños/as pequeños/as no suelen tener buenas referencias del tiempo que emplean en hacer algo. Para ayudarles se les puede poner un reloj con alarma o un cronómetro de cocina, de los que se emplean para controlar el tiempo de cocción de los alimentos. Un/a niño/a suele comer en unos 30 minutos. 
  • No ofrecer plato alternativo si no quiere comer. Le ofreceremos una sola comida y si no quiere, pues no pasa nada. Se queda sin comer y no se le da otro plato distinto, pero sin dramas ni castigos. A un/a niño/a sano/a no le pasa nada si no le insistimos, ni le reñimos por no comer. 

Los principios que debemos recordar son: 


  • Para comer, lo único se necesita es tener hambre; ningún niño se muere de hambre si tiene comida a su alcance. Esto no significa que lo llevemos al extremo, sólo que un niño, cuando sienta hambre acabará comiendo, lo que juega a nuestro favor.
  • Los niños pueden comer de todo, a no ser por indicación del pediatra debido a una alergia o una intolerancia. Esto no significa que tengan preferencias y que le gusten más unos alimentos que otros.
  • Pero cuidado, preferencia no es sinónimo de exclusividad y no tienen por qué desplazar otros alimentos del menú del niño.
  • Olvidarnos de la expresión “de tal palo tal astilla”: que a uno de los papás no le guste una determinada comida no quiere decir que se lo tengamos que inculcar al niño. Hay que darle la oportunidad de que coma de todo.
  • Hay que establecer una rutina y un ritual; hay que empezar a modificar el escenario y respetar en lo posible un horario fijo de comidas. Hay que procurar que el niño coma con los demás miembros de la familia y que éstos no se levanten continuamente.
  • Finalmente, recordemos que los pequeños pasos son los más duraderos: por ese motivo, hay que ir despacito, comenzando por pequeños objetivos.

Lo que no se debe hacer:


  • Tener ideas preconcebidas acerca de la cantidad de comida que se debe comer. Como hemos dicho, cada niño necesita una cantidad determinada, porque no todos tienen el mismo apetito.
  • Un mal hábito es que si no ha comido bien, ir probando en otros momentos. No es cierto que cualquier momento es bueno para comer. Suele ocurrir con niños que comen poco que se les da a todas horas y por ello no tienen hambre. Es conveniente respetar las comidas del día y no añadir ninguna más, aunque consideremos que ha comido poco en la anterior.
  • Dejar que coma entre horas bollos, chuches, … con la excusa de que así tiene algo en el estómago.
  • Cambiar continuamente de alimentos para ver qué es lo que le gusta a nuestro hijo.
  • Enmascarar determinados alimentos con otros sabores puede ser práctico en un primer momento, para que acepte el alimento, pero luego tiene que irse potenciando su sabor original. Otra medida consiste en que pruebe el alimento que no le gusta y acompañarlo con una contingencia positiva (otro alimento que le guste mucho).
  • No es conveniente preguntar al niño qué menú quiere. Sí se aconseja respetar los gustos, pero intentando que la dieta sea lo más variada posible
  • Sería conveniente no obsesionarse con el tema puesto que transmitimos a nuestros hijos ese sentimiento, aunque no lo manifestemos verbalmente. Está sobradamente comprobado que la ansiedad de los padres repercute directa o indirectamente en los niños.


jueves, 30 de octubre de 2014

¿Qué son los Terrores Nocturnos?

Nada más propio en Haloween que hablar de terror. 
Sin embargo en esta ocasión no vamos a hablar del terror que conocemos, ese que los adultos podemos contar y rememorar, si no que vamos a hablar de algo conocido como "Terrores Nocturnos", que tiene un nombre demasiado preocupante y nos hace pensar que, cuando nuestros hijos lo padecen, es que lo están pasando muy mal. 

Los llamados Terrores Nocturnos son habituales sobre todo en los más pequeños (2-3 años) y pueden durar hasta los 7 años aunque esto ya no es tan frecuente. Veamos qué son y cómo podemos actuar si se presenta este tipo de comportamiento nocturno. 

Los terrores nocturnos son alteraciones del sueño en las que el niño podría sentarse de repente al estar acostado, llorar, gritar, gemir, balbucear y sacudirse con los ojos bien abiertos, pero sin estar realmente despierto. Debido a que se encuentra en una especie de zona intermedia entre el sueño y la vigilia, no está consciente de tu presencia y no es probable que responda a nada de lo que digas o hagas.

Parece que este comportamiento se presenta en las transiciones que hacemos con normalidad entre las fases del sueño durante la noche, y no tiene una explicación clara. Hasta un 15 por ciento de los niños tienen terrores nocturnos en algún momento, empezando por lo general entre el año y los 5 años de edad, y continúa hasta los 7 años o incluso hasta la adolescencia. Un episodio puede durar de 2 a 40 minutos y, cuando termina, tu hijo se vuelve a dormir de manera abrupta sin recordar el incidente. 

Terrores nocturnos no es igual a pesadillas

A diferencia de un terror nocturno, una pesadilla despierta totalmente al niño o niña - puede recordar su sueño y a veces incluso hablar de él, y busca y se siente confortado por tu presencia. 

El horario en que se presenta también es diferente, las pesadillas suelen aparecer durante la fase del sueño en la que se sueña, caracterizada por movimiento ocular rápido, y suele ser entre las 2 y las 6 de la mañana. Los terrores nocturnos, sin embargo, suelen aparecer en las primeras horas de la noche y suceden cuando no se sueña (no hay movimiento ocular rápido).

¿Qué debo hacer si mi hijo tiene un terror nocturno?


  • No trates de despertarlo. Realmente no se puede calmar a un niño que está teniendo un terror nocturno, y si tratas de hacerlo eso podría hacer que se pusiera peor. A menos que esté en peligro de hacerse daño, no intentes confortarlo físicamente. Sólo habla de manera calmada, colócate a su lado y espera a que se le pase.
  • Cerciórate de que tenga una hora estable para irse a la cama, con una rutina tranquilizante (leer un cuento, ejercicios de relajación…) y de que duerma un número suficiente de horas (a veces está relacionado con falta de descanso, por tanto hemos de asegurarnos que descansen suficientemente). 
  • No lo acuestes en tu cama, puede que se convierta en una rutina y un hábito que después haya que eliminar, y nos cueste más hacerlo. 

lunes, 27 de octubre de 2014

Aprendemos a relajarnos

Iniciamos esta primera entrada para trabajar algo que normalmente echamos de menos cuando somos adultos: las técnicas de relajación.
Explicar a los niños cómo relajarse puede ser difícil ya que ellos no entienden algunos conceptos complejos como puede ser soltar los músculos, llenar los pulmones... Pero podemos adaptarlo a ellos de la mejor manera que sabemos hacerlo: ¡JUGANDO!

Ejercicios de respiración para niños:

La idea principal de los ejercicios de respiración es lograr una respiración profunda y ralentizada que a su vez nos permitirá rebajar el nivel de activación fisiológica. Consiste en inspiraciones y expiraciones lentas. 

Os proponemos los siguientes ejercicios:


  • Inspirar aire lentamente, llenando los pulmones al máximo (dependiendo de la capacidad pulmonar los segundos que dure la inspiración variarán de unos niños a otros); suele durar entre cuatro y ocho segundos. En la primera inspiración se le permitirá tomar aire por los dos orificios nasales, pero en las siguientes habrá que ir alternando la toma de aire por cada uno de los orificios cada vez, tapando con un dedo el otro.
  • Respiración Profunda: Hacer que el niño respire profundamente mientras cuentas hasta el cinco. Luego cuenta hacia atrás hasta el uno haciendo que expulse el aire lentamente.
  • Hacerles soplar en un silbato tratando de que no emita ningún sonido, así lograremos que expiren el aire lentamente, el tiempo de expiración dependerá igualmente de la capacidad pulmonar.
  • En lugar de utilizar un silbato, podemos proponerles que soplen sobre un molinillo de viento y repetir la operación, esta vez el objetivo será que el molinillo de vueltas lentamente. También nos puede servir un mechero o una vela donde el niño debe soplar para mover la llama pero no para apagarla.


Ejercicios de relajación para niños:

  • El bosque tranquilo: se trata de imaginar que sois un par de árboles. Situados de cuclillas sobre el suelo imagináis su crecimiento. Esta fantasía guía su incorporación, una incorporación lenta hasta las nubes. Una vez de pie, procuraréis crecer aún más, estirando los brazos con la intención de tocar el cielo. Os estiraréis a más no poder, todo lo que os permitan vuestros cuerpos. Luego, tras los estiramientos, el árbol florece y las hojas caen hacia el suelo. Lo hacen con suavidad. Así, se van bajando poco a poco los brazos. La brisa mece con suavidad, y se imita el movimiento de los árboles movidos por el viento. Se procurará que en todo momento los movimientos sean suaves y armónicos.
  • La vela: El niño imaginará que es una vela apagada, se pondrá de pie, completamente estirado, con los brazos a lo largo del cuerpo y las piernas juntas. En un momento dado encenderemos la vela y se lo haremos saber. Poco a poco la vela se va derritiendo, ablandando, desde la cabeza, hacia el tronco y brazos y acabando en piernas y pies. El niño deberá irse “derritiendo” hasta quedar tumbado en el suelo.
  • La colchoneta: El niño se tumbará en el suelo o en la cama porque es una colchoneta de playa. Empezamos a inflar la colchoneta y el niño deberá irse tensando progresivamente (le iremos diciendo “empiezo a hinchar las piernas, ahora la barriga, ahora los brazos”, controlaremos que al hinchar una nueva zona no deshinche las anteriores, para esto usaremos el símil de la colchoneta “cuando yo inflo una colchoneta no se va desinflando...”) y poniendo los músculos duros. Cuando esté inflado del todo le haremos ver lo incómodo que está y le avisaremos de que vamos a desinflar, esto lo haremos poco a poco también, progresivamente por partes del cuerpo y le haremos ver el gusto que da notarse blando y descansado.
  • El niño congelado: Hacer que el niño pretenda estar congelados al ir apretando cada parte de su cuerpo, hasta estar “congelado.” Luego permite que se descongele, al relajar parte por parte, deshaciendo así su tensión también. En la misma línea se pueden usar las ideas de un muñeco al que le pongo y le quito las pilas, un títere o marioneta cuando dejo de manejarlo...
  • La tortuguita: Ésta es una técnica muy utilizada con niños que se enfadan con facilidad. Se ha comprobado que es muy eficaz a la hora de controlar y encauzar rabietas. Se le cuenta al niño la historia de una tortuguita que se enfadaba con facilidad; cansada ya de pelearse con sus amigos, decidió un día que, cada vez que se enfadara, se metería muy dentro de su concha y solo saldría cuando su enfado hubiera pasado. Cada vez que el niño escuche la palabra “tortuguita” debe hacer como ella. Pegar con fuerza los brazos a su cuerpo y meter la cabeza entre los hombros, sintiéndose muy tenso. Tras un breve momento de tensión la tortuguita asoma la cabeza, ahora muy relajada y feliz.
  • Los globos: simular que somos globos que se llenan de aire. Mientras cuentas hasta cinco, lentamente se va inflando el globo al aspirar, estirando y apretando sus músculos. Haz que retenga el aire durante unos segundos. Luego al contar de regreso hacia el uno, tiene que sacar el aire y relajar sus músculos como si el globo se estuviera desinflando. En este ejercicio se combina la respiración con la relajación muscular.

Se trata de elegir una de estas actividades cada vez y repetirla unas seis veces para conseguir una respiración pausada, profunda y controlada.

El objetivo es llegar a conseguir en el niño un estado de distensión muscular y lograr que el niño discrimine cuando está tenso (incómodo y duro) y cuando está relajado (cómodo y blando). Cuando lo hayamos trabajado con ellos cotidianamente, a lo largo de su infancia, sabrán hacer frente a la tensión de su cuerpo de forma más eficaz. 


viernes, 24 de octubre de 2014

Bienvenidos a este Blog


¿Por qué nos portamos bien?

La etapa infantil se caracteriza por multitud de cambios muy rápidos que en ocasiones nos hacen preguntarnos ¿cómo actuar?
En este blog vamos a ver aquellas conductas, situaciones problemáticas, y apoyos que podemos prestar a nuestros hijos e hijas para que su desarrollo sea gratificante tanto para ellos como para nosotros.

¡Bienvenidos papás y mamás!