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viernes, 20 de marzo de 2015

Fomentar buenos hábitos y buen comportamiento

Todos sabemos que, en la ardua tarea de educar, tenemos que fomentar buenos hábitos para que sepan desenvolverse cada vez con más autonomía, y buen comportamiento para que no estén continuamente echándonos pulsos o enrabietándose cada vez que no se salen con la suya. 

Muchos padres y madres se quejan de que sus hijos tienen mucho carácter, que cada vez que tienen una negativa a alguna petición, suelen intentarlo de todos modos bien llorando, pataleando, gritando... 
Pues bien todo esto es normal, y dentro de su proceso de desarrollo y de cada vez mayor autonomía, probarán a salirse con la suya hasta que consigan autorregular su propio comportamiento. 

Somos los adultos los que tenemos que regular dicho comportamiento e ir consiguiendo poco a poco que sea un proceso automático en el que el niño o la niña sepa que por mucho que patalee no va a conseguir nada. 

Es importante, por tanto, que conozcamos algunas pautas para enseñarles a conseguir autorregular su comportamiento y desarrollar hábitos adecuados para su propio desarrollo tanto físico como emocional. 

En este sentido, y como primer punto importante hemos de aprender que todas las personas aprendemos mucho por REFUERZOS, es decir, toda consecuencia agradable y gratificante que obtengamos después de un comportamiento: recibir un premio. Aunque también es refuerzo, la ausencia de consecuencia desagradable. Un ejemplo: 

Imaginemos que a nuestro hijo no le gustan las lentejas y cuando se las está comiendo nos dice continuamente que no quiere más. Podemos reforzarle diciéndole: "cuando te lo acabes te daré el postre que te gusta" (refuerzo positivo), o bien, "si te comes dos cucharadas más, te retiro el plato" (refuerzo negativo). Ambos tipos aumentan la probabilidad de que coma las lentejas, es decir, aprenden que haciendo un esfuerzo pueden obtener un premio. 

Teniendo claro que todos aprendemos por refuerzos, ¿cuál es el papel de los castigos? El castigo sólo funciona cuando no es aplicado como reacción emocional por nuestra parte y está en función del refuerzo, es decir, sé que lo que tengo que hacer para obtener el refuerzo, pero si no lo hago aparece el castigo automáticamente. Otro ejemplo: 

Todos sabemos que si nos saltamos un semáforo en rojo existen altas probabilidades de que nos podamos chocar con otro coche, atropellar a alguien y que nos pongan una multa. Todos conocemos las consecuencias de saltarnos un semáforo en rojo y no hace falta que nos estén avisando continuamente de ello. Si el guardia nos para por habernos saltado el semáforo, no nos regaña y dice "te lo dije, ya me he cansado, multa!" gritándonos, si no que simplemente se limita a aplicar la sanción. Y lo más importante, nosotros sabemos lo que tenemos que hacer para evitar el castigo. 

Esta es la relación entre los refuerzos y los castigos, y así es como hemos de funcionar con nuestros hijos: 
  • Dejar claros los límites y las consecuencias de traspasarlos. 
  • Utilizar comunicación positiva, breve, concisa y clara.
  • Advertir de las consecuencias gratificantes por realizar las conductas deseadas.
Podemos ayudarles gráficamente mediante una tabla de comportamiento. Las tablas de comportamiento sirven para ayudar a conseguir aprender. No han de utilizarse para penalizar o para hacer "escarnio público" de lo que no son capaces y por eso es muy importante utilizarlas con determinadas premisas:

1. Escoger comportamientos o hábitos concretos, fácilmente identificables por el niño, y enunciarlos en positivo: por ejemplo, en vez de "obedecer" podemos poner "hacer lo que te pida mamá/papá cuando te lo diga solo una vez". Es preferible utilizar una única cosa que todas las que queremos conseguir, porque es un proceso. 

2. Poner sólo dos o tres cosas a conseguir, y a ser posible escoger una que sea relativamente fácil, ya que así conseguirán un mínimo de puntos por su comportamiento.

3. Ayudarse de imágenes, los niños pequeños no saben leer y aunque supieran, una imagen vale más que mil palabras y les va a ayudar a recordar qué es lo que tienen que conseguir. 

4. Colocarla en un lugar visible, a ser posible plastificarla para poder ir poniendo y quitando puntos a lo largo de las semanas. 

5. Marcarse retos semanales, podemos poner un número a conseguir al final de la semana del total de la tabla, de tal modo que les sirva para orientarse a objetivos concretos. Esos puntos de final de la semana pueden y deben cambiarse por algún premio mayor, como una actividad que les guste mucho. 

6. Evaluar diariamente los logros. Si en alguna de las conductas no ha conseguido el punto no le pongamos punto negativo, simplemente no pongamos nada. Recordad que no se trata de penalizar, si no sólo de premiar y orientar a retos. 
Extraido de www.orientacionandujar.es
Una vez vayan consiguiendo algunos de los hábitos podemos irlos cambiando y ampliando la tabla, pero sólo una vez que lo hayan conseguido. 

Y no olvidemos una cosa importantísima: El refuerzo social, emocional, es el más potente de todos los refuerzos y puedo utilizarlo en todo momento, no olvidemos por tanto premiar cada conducta, iniciativa o actitud positiva, porque eso servirá para que nuestros hijos aprendan y mejoren en su desarrollo emocional. 


viernes, 6 de marzo de 2015

Un poquito de auto-motivación

Conozco una chica de diecisiete años que todos los días frente al espejo dice: "soy una estrella". Ella dice: si me lo digo a mí misma no necesito que nadie más me lo diga, y ¿sabéis qué? que tiene razón!

Muchas veces los chicos más mayores que no sacan tan buenas notas como deberían, o que tienen un comportamiento de "pasotismo" tanto en casa como en el cole, dicen frases como "es que no me motiva el cole", "es que los profes no nos motivan", "es que mis padres no me motivan"... todas estas frases tienen un denominador común, expresan que la motivación está fuera de ellos, y que alguien o algo tiene que esforzarse para conseguir que es motivación suceda.

Sin embargo, esta chica que frente al espejo todos los días se dice "soy una estrella" no está esperando que le llegue de fuera la motivación, la lleva consigo, y eso la impulsa.

Hemos de enseñar a nuestros hijos e hijas pequeñas  la superación, el logro, la resistencia a la frustración, mostrándoles que las metas hay que programarlas poco a poco, de lo más fácil a lo más difícil hasta conseguir todo lo que nos propongamos.

Si no sé hacer una cosa, y siempre me la hacen los mayores, nunca aprenderé y sentiré que no soy capaz haciéndome sentir mucho más frustrado. Mi autoestima será muy baja y estaré esperando, a la menor dificultad en mi vida, que los demás me solucionen los problemas... o que los demás me motiven.

Así que enseñemos a nuestras hijas e hijos que la fortaleza reside en ellos, que nosotros sólo les guiamos, ayudamos e impulsamos, pero que son ellos los que en definitiva irán aprendiendo y superando cada pequeño reto que se les vaya planteando en la vida que es un recorrido de largo plazo. Enseñemos a nuestros hijos a automotivarse, a decirse "sí puedo", en lugar de "no puedo", y a decirse cosas como esta niña, ¿qué mejor manera de empezar el día?