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jueves, 29 de enero de 2015

Enseñando Inteligencia Emocional

La Inteligencia Emocional está de moda. En todas partes oímos hablar de ella, y como tiene un nombre que suena a emoción, se nos queda en la cabeza y la utilizamos en todo momento pero, ¿sabemos qué es? ¿cómo enseñarla a nuestros hijos? ¿de dónde surgió?

Los adultos sabemos que hay personas muy inteligentes, triunfadores en el entorno académico, que sin embargo no tienen demasiado éxito en sus vidas, o son poco sociables, o no han encontrado el trabajo que les hace felices... en definitiva no son felices. Sin embargo, hay otras personas que aunque no fueran unos cerebritos en el cole, después han sabido desempeñarse en su vida con mucho éxito y felicidad. ¿Entonces? ¿quién es más inteligente?

Tendríamos que comenzar a definir qué es inteligencia. La inteligencia es un concepto que está cambiando en los últimos años, debemos estos cambios a investigadores que han decidido poner en tela de juicio lo que hasta ese momento se conocía como inteligencia. Tradicionalmente, la medida de la inteligencia se restringía a test psicométricos que tan solo medían algunas capacidades dejando fuera algunas otras como las habilidades sociales, el éxito profesional... Podemos definir la inteligencia como el conjunto de habilidades y capacidades que permiten al ser humano adaptarse al mundo que le rodea con éxito.

En los años 80, un investigador llamado Mischel realizó un experimento llamado "La prueba del bombón". Los niños que participaron entraban en una sala donde se les ofrecía una golosina. Se les decía lo siguiente: "Puedes comértela ahora,  pero voy a salir y si cuando vuelva no te la has comido, te daré otra y podrás comerte dos".


De todos los niños participantes, solo un tercio del total aguantó el impulso. Al entrar en la secundaria les pasó un test inteligencia que mide el Cociente Intelectual. Observó que en estos tests había puntuaciones similares en ambos grupos (es decir, en los dos grupos había niños muy inteligentes), aunque había mayores puntuaciones en general en el grupo de los dos tercios que sí comieron la golosina. Sin embargo, y aquí viene el hallazgo, el tercio que aguantó el impulso de comer, aventajaba en notas y en conducta a los otros dos tercios pasada toda la secundaria.

Este experimento abrió la puerta para la investigación acerca de la importancia de la emocionalidad en el desarrollo de nuestra inteligencia.

Se descubrió que quizás no necesitamos tener una alta puntuación en un test de inteligencia para tener un mejor desempeño y desarrollo en nuestra vida. Los niños que supieron aguantar el impulso fueron niños que tenían más inteligencia emocional que los otros, y esto les permitió tener mejor desempeño académico y, suponemos, también profesional.

Por eso es importante fomentar al máximo el desarrollo de esta inteligencia en nuestros niños y niñas. Todos los seres humanos venimos dotados para orientarnos al placer, y por tanto es difícil controlar un impulso tan primario. Los niños que lo hicieron es porque tenían en mente el premio que vendría después, es decir, en lugar de funcionar por impulsos, funcionaron con la razón. Y es justamente de eso de lo que se trata, de enseñar a conectar nuestro cerebro primario, impulsivo, con el cerebro racional para que puedan tomar decisiones basadas en la razón y no en el impulso.

¿Y cómo podemos ayudar a conseguir una adecuada inteligencia emocional? Aquí van algunos consejos:

  1. Controlar la ira y el impulso. Si como hemos visto en el experimento, los niños que controlaban el impulso de comer el dulce tenían mayor éxito, hemos de entrenarles en controlar y manejar su ira. Pongamos límites, cuando un niño muestra ira o rabia hemos de ignorar su comportamiento, haciéndoles ver que por ese camino no obtendrá nada de nosotros. Una vez calmado, debemos explicarles claramente que sólo cuando está calmado y tranquilo podremos conversar y obtendrán nuestra atención. 
  2. Reconocer emociones básicas. A partir de los dos años es una edad perfecta para iniciar a los niños en el campo del reconocimiento de emociones básicas: alegría, tristeza, miedo y rabia. ¿Cómo? Mediante fotografías de rostros, mediante dibujos, preguntándoles cuestiones como: "Qué le pasa a este niño?" "¿Está triste?" "¿Por qué crees tú que está triste?". También aprovecho este artículo para recomendaros un libro y un proyecto muy bonito que podéis usar para cuando los niños vayan creciendo y que trabaja hasta 42 emociones. Se trata del Emocionario y lo podéis encontrar en: www.palabrasaladas.com 
  3. Proporcionar vocabulario emocional. Si es importante reconocer emociones, igual de importante es saber nombrarlas. Es importante que nos marquemos el reto de conseguir que nuestros niños y niñas de 5 años ya sepan expresar por qué están contentos o no, por qué y de qué tienen miedo... Le podemos ayudar mediante ejemplos, o expresando nosotros nuestros miedos, emociones, de un modo natural. 
  4. Desarrollar su empatía. Para desarrollar una dimensión tan importante como esta, es necesario razonar con ellos continuamente mediante preguntas. "¿Cómo crees que se siente el abuelo tras lo que le has dicho?" "¿Por qué crees que está llorando tu hermana?" "¿Crees que papá está hoy contento?"
  5. Desarrollar su comunicación. La comunicación es la base de la inteligencia emocional, a través de ella somos capaces de analizar nuestras propias emociones, de pensar sobre ellas, pero también de interactuar con los demás, saber hacer amigos, saber decir no, saber expresar... todo ello debemos desarrollarlos ejerciendo un modelo adecuado, si queremos que se comuniquen primero tendremos que comunicar nosotros. Hagamos preguntas abiertas donde tengan que expresar más que un sí o un no. Y sobre todo, utilicemos el modelo, si el niño no responde a las preguntas no le forcemos, en lugar de eso, respondamos nosotros y hablemos de nosotros.
  6. Aprender a escuchar. En la adquisición de las habilidades comunicativas es muy importante también saber escuchar. Desde muy pequeños, aprender a guardar silencio mientras los demás hablan es imprescindible. Pero también hemos de proporcionarles modelos para desarrollar la escucha activa hablándoles con calma, mirándoles de frente y terminando con frases como: "¿has entendido?", "¿estás de acuerdo?"
  7. Ofrecer confianza. Para que podamos expresar las emociones con tranquilidar es imprescindible proporcionar un clima de confianza. Nunca subestimar sus emociones, recordemos que nosotros también fuimos niños y que nuestras emociones tenían dimensiones gigantescas y somos nosotros, padres y madres, los que tenemos la responsabilidad de ayudarles a gestionarlas para que se conviertan en personas felices e inteligentes el día de mañana.

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