Evidentemente esto es algo que a nadie le gusta escuchar, ni en un sentido ni en el otro, así que quizás lo más importante es aprender por qué sucede y cómo podemos ayudar a corregirlo.
Morder es una manera rápida de conseguir algo, ya sea un juguete o simplemente llamar la atención. También puede ser una forma de querer comunicarse cuando el niño o la niña aún no han desarrollado el habla para pedir lo que desea.
Además, no olvidemos que los niños pequeños tienen una alta impulsividad y esto hace que muchas veces su forma de comunicación se limite a empujones, manotazos o mordiscos.
En el caso de los bebés, es a través de la boca como exploran el mundo. Pueden morder porque están muy alegres o porque quieren conocer los objetos o para calmar el dolor de sus encías.
Sin embargo, en el caso de los niños de 1 a 3 años ya comienza a ser diferente. En este período van incorporándose a la colectividad, pero aún no poseen el dominio del lenguaje ni tienen habilidades sociales suficientes para poder comunicarse. Por eso utilizan a veces con este tipo de comportamientos.
Todo esto no significa que tengamos que dejarles hacerlo, ya que nuestro papel como padres y madres, y también como educadores, es el de enseñar a un niño a manejar esa impulsividad y a desarrollar otras pautas de comunicación menos dañinas.
Para un niño de menos de 3 años es muy difícil que entienda que con su actuación causa daño a otros, y por eso hemos de actuar para ir modelando el comportamiento hasta conseguir que aprenda a no hacerlo.
¿Cómo actuar entonces?
- Si al niño le están saliendo los dientes, ofrezcámosle diferentes objetos para que explore y le sirvan también para calmarse.
- Debemos actuar de forma coordinada y coherente con las diferentes personas que atienden al niño, principalmente padres y educadores. Debemos mostrar firmeza ante los mordiscos del niño y explicarle que no se puede hacer daño.
- Si su actitud persiste, explicarle que si sigue causando daño se le separará del grupo y del juego. En este caso, debe estar separado solo unos minutos, de 2 a 5 minutos, permitiéndole que vuelva al grupo a reconocer lo que ha hecho y pedir perdon a su compañero/a. Si no sabe hablar, hemos de motivar que le de un beso o un abrazo a modo de disculpa.
- Mostraremos alternativas de comportamiento, como enseñarle a pedir las cosas, y mostrar respeto a los compañeros.
- En situación de conflicto, debemos dar un "no" firme y volcar toda la atención sobre el niño que ha sufrido el daño, haciendo hincapié en las consecuencias para el niño, y cómo se siente. Una vez superado, hay que hablar con él para ofrecerle alternativas al comportamiento.
- El mensaje verbal es fundamental, aunque no sepan hablar entienden y así ofrecemos estimulación del lenguaje para que pueda ir madurando en él.
- Y por último, pero muy importante: ofrezcamos modelos adecuados que puedan aprender a imitar. Evitemos juegos que "justifiquen" la agresión, muchas veces a través del juego permitimos determinados comportamientos que están cerca de la agresión y esto puede provocar que los niños no discriminen entre lo que está bien y es un juego, de lo que está mal y es una agresión. Debemos por tanto enseñarles a jugar mediante la insistencia en conductas más pacíficas.
Es asímismo muy importante, estar en permanente comunicación con la escuela para trazar una línea común de actuación.